Édgar Perea… el Papá de los narradores deportivos
Cada 11 de abril se conmemora la despedida final del más grande de todos los tiempos.
A Édgar José Perea Arias (*2 de junio 1934, Quibdó, Chocó – + Bogotá 2016, 82 años), se le recordará como extraordinario locutor y comentarista deportivo de diferentes disciplinas e inimitable en el fútbol; único en el boxeo; sin rival en el baloncesto y sin igual en el béisbol.
Justamente, en la reseña del rey de los deportes Perea Arias ha sido, hasta el momento, el único colombiano que se ha codeado y equiparado con los exégetas de las Grandes Ligas del Béisbol Mundial y, además, escogido como heredero en Colombia, del mejor de todos: Buck Canel.
Debidamente autorizados por el depositario de todos los derechos públicos de Edgar Pérez Arias, su hijo el publicista, escritor y actor de TV, Fernando Perea Sánchez, dedicamos esta sección a rememorar la incursión y la gesta del popular relator, en el campo del béisbol basados en la reproducción de una referencia que hace el desaparecido periodista y escritor barranquillero, José Cervantes Angulo (QEPD) quien publicó en 1994 su libro Édgar perea, polémico.
El béisbol de Grandes Ligas
Mi infancia transcurrió en la Costa Norte de Colombia, donde tuve la feliz oportunidad de conocer y digerir el béisbol y el boxeo. Como estudiante interno del colegio Pérez Pérez de Cartagena, solía escuchar cada fin de semana la magnífica narración de Gastón Calvo Núñez, el popular "okey fanáticos".
Desde el viejo estadio de La Cabaña en el cachetoso barrio de Manga, Gastón hacía vibrar a toda Cartagena con su fabulosa transmisión. Cuando la vieja Rafa (mi madre) me enviaba el dinero de la pensión, sacaba mi entrada como podía y me sentaba en el estadio. Veía a Chita Miranda, quien cubría, como ninguno, todo el terreno entre segunda y tercera bases y se metía también en territorio del left y el center field, buscando batazos. Veía también al Niño Bueno, Armando Crizón, quien hacía el pivot de doble play como nadie. Seguía atentamente a Ramón “Varita” Herazo, quien le robaba cerca de dos metros a los corredores con su maravilloso estirón. No perdía a Carlos Petaca Rodríguez, quien dictaba cátedra de buen pitcheo. Controlaba a Cipriano el Flaco Herrera, con su recta de humo que viajaba a 98 millas por hora, y a toda esa constelación de estrellas que nos dieron títulos mundiales y centroamericanos.
De esa época que, incuestionablemente, ha sido la mejor del béisbol colombiano en toda su historia, aprendí muchísimo para explotarlo con el paso de los años y quién lo creyera, en mi primera gran transmisión deportiva. Porque fue el béisbol el deporte que primero narré en aquella época de Oscar Luis Gómez, Abel Leal, Humberto Bayuelo, el Caballo García, Bartolo Gaviria, Arturo Forbes, el Pájaro Guzmán, Milcíades Mejía, Ubaldo Salinas y demás estrellas que hacían reventar los estadios de Cartagena, Barranquilla y Santa Marta. Fue una época realmente brava entre esas regiones que se disputaban la supremacía en el béisbol; se necesitaban timbales de verdad para irme a narrar los partidos allí. Al paso por cada pueblo, llovía de todo: piedras, ladrillos, palos y hasta tiros. Quedaban heridos de lado y lado.
Fue en esos inicios de mi carrera profesional cuando estuve conversando durante toda una tarde en el parque Bolívar de Cartagena con mi amigo Manía Torres, manager de muchas selecciones de béisbol de Colombia.
Édgar, tú tienes un gran futuro en la radio, pero tienes que salir de Cartagena me dijo, sabiamente. Tu ciudad tiene que ser Barranquilla.
A regañadientes acepté el consejo, o mejor, la botada de Cartagena que me hizo Manía. Pero en 1965 regresé al estadio Once de Noviembre con otra gran proeza de nuestra pelota caliente. Con la inspiración del entonces novato Isidro Herrera, derrotamos en el juego grande a los mexicanos para repetir una vez más el título de campeones mundiales de béisbol amateur. El entusiasmo por la pelota caliente fue tan grande que se creó la Liga Profesional con jugadores extranjeros de altísima calidad, quienes en un setenta por ciento salieron de Colombia a jugar en los equipos de Grandes Ligas. Recuerdo los nombres de Horace Gardner, Brook Robinson, Willy Mac Gee y Mariano Duncan entre otros.
La llegada del fútbol profesional fue mermando poco a poco el entusiasmo por el béisbol, muy a pesar de las violentas campañas de Melanio Porto (Meporto).
Tanta bulla con ese tal Pelé, decía en forma de mamadera de gallo, ¡y resulta que Pelé es una loca!
También estaban los encendidos escritos de Chelo de Castro en contra de "once tipos en pantaloncillos persiguiendo una bola". Gracias a mi Virgen del Carmen yo podía narrar con igual calidad y energía ambos deportes.
En 1974 Juan Vené, destacado comentarista deportivo, me invitó a Caracas para participar en el homenaje que los Cardenales de Lara, un equipo venezolano de béisbol profesional, le brindaron a Buck Canel, el mejor narrador de béisbol del mundo, para celebrarle los cuarenta años de estar transmitiendo béisbol en Grandes Ligas. Aprovecharían la Gran Serie del Caribe que se estaba jugando en Caracas. Allí comenzó mi vinculación con el big show o el béisbol de Grandes Ligas.
En 1986 Vené me invitó a narrar mi primera Serie Mundial de Béisbol de Grandes. Ligas. Era como recibir mi diploma de narrador deportivo. Verme en el estadio de los Mets, en Nueva York, y estar sentado detrás del home plate haciendo lo mismo que llevó a la fama a papá Canel, me parecía un verdadero milagro. Sentía que tenía que trabajar mucho más duro para sostenerme en el lugar más alto al que puede llegar un locutor de béisbol. La competencia era contra los mejores narradores de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, México, Panamá y Venezuela, países netamente beisboleros.
Siempre me he crecido ante los grandes retos. Jamás he tenido miedo, pues como dicen los taurófilos, "Mientras más bravo sea el toro, mejor sale la corrida".
A partir de 1987, una de las mejores empresas de radio y televisión del mundo, la CBS de Estados Unidos, adquirió los derechos exclusivos del béisbol de Grandes Ligas. Yo, entretanto, seguía en Colombia narrando fútbol y un poco de béisbol. Sin embargo, la semilla sembrada en mi primera gran transmisión comenzó a dar sus frutos: Armando Talavera, extraordinario productor deportivo venezolano, y mejor amigo aun, me invitó a narrar la Serie Mundial que, precisamente, ganaron los Mellizos de Minnesota. Allí me tocó alternar por primera vez con los reyes de la narración del Caribe. Cuánto honor fue para mí poder trabajar al lado de grandes maestros como Billy Berroa, de la República Dominicana, quien trabaja todo el año para los Mets de Nueva York y añoraba entonces las tardes oscuras de Santo Domingo; con la voz vibrante de Gustavo López Moreno, de México, quien narraba totalmente en español sin utilizar la terminología beisbolera que es en inglés, trabaja para los Padres de San Diego y es un experto en el baile de La Quebradita; con el poeta Jaime Jarrín, de Ecuador, quien tiene más de treinta años de trabajo con lo Dodgers de Los Ángeles y despide con un beso las bolas que se van de jonrón.
El exclusivo grupo de trabajo de la CBS, bajo la dirección general de Frank Murphy, está conformado por el Burrito Terán, de Venezuela, gran asistente técnico, amante del boxeo, pero quien sólo hizo una pelea como profesional contra Ramoncito Arias y fue noqueado al minuto del primer asalto; Beto Villa, el donjuán del grupo, ingeniero técnico y dueño de un refinado inglés que impresiona al sexo débil; Nick Keerman, norteamericano que estuvo a cargo de la dirección inicial, gran señor y Jerry Villacres, un pujante hombre de radio y TV de Ecuador.
Mantenerse durante ocho temporadas narrando y comentando "el mejor y máximo espectáculo deportivo del momento", como lo describía Buck Canel, es ampliamente satisfactorio y habla claramente de la calidad y posición que ocupa la radio colombiana. La experiencia ganada ha sido inmensa; el honor, indescriptible. Hemos compartido durante todo este tiempo las alegrías y tristezas de las diferentes regiones de Estados Unidos, desde las grandes y tremendas fiestas de títulos en Minnesota, Oakland, Cincinnati y Toronto, hasta la terrible tragedia del temblor en San Francisco, en 1989.
Sesenta mil personas estaban esa tarde en el estadio de San Francisco cuando pareció que había llegado el fin del mundo: La tierra se sacudió, los puentes volaron y las casas cayeron como fichas de dominó. Sí, yo estuve allí, y esa tarde, en vez de béisbol, narré un desastre natural, pavoroso e impresionante.
Heredero de Buck Canel
Ser narrador y comentarista deportivo en Colombia es el mayor premio que me ha podido dar mi Virgen del Carmen. Lograr más del ochenta por ciento de sintonía en toda nuestra patria colombiana es una satisfacción que se siente en el alma y que me obliga a trabajar más y más fuerte para estar siempre al día y brindarle a nuestros oyentes lo mejor del deporte colombiano y del mundo. Entre las cosas que indudablemente también me llenan de satisfacción está haber sido llamado por la CBS para conformar ese magnífico staff de locutores internacionales que cubrimos cada año, para más de cincuenta millones de oyentes, los play off y las Series y Mundiales de Grandes Ligas en Estados Unidos. Compartir con Billy Berroa, con Gustavo López Moreno, con Jaime Jarrín, un ecuatoriano radicado hace más de cuarenta años en Los Ángeles, y con mi amigo Armando Talavera, produce una enorme satisfacción. Estar en un estadio de béisbol de Grandes Ligas, sentir concentrados en su máximo espectáculo a 60.000 norteamericanos en cada partido, con taquillas de dos y tres millones de dólares en cada encuentro, ver a un público que siente el béisbol en la sangre y poder narrar para América Latina las grandes jugadas de los mayores beisbolistas del mundo, los mejor pagados de la tierra, es una satisfacción imposible de describir.
A cada momento llegan a mi memoria recuerdos de mi época de estudiante, cuando escuchaba en Cartagena las transmisiones de los juegos de la Serie Mundial, que aquel legendario Buck Canel hacía para la Cabalgata Deportiva Gillete, con Musiú Lacavalerie, Lalo Orbañanos y Tomás Kupas. ¡Imagínate que ahora soy yo quien hace ese trabajo! Mi sueño de niño se convirtió en realidad porque Buck Canel, el mejor narrador de estos deportes en el mundo, me nombró su heredero en una fiesta en el Hilton de Caracas frente a muchos periodistas de América Latina. Esa noche fue consagratoria para mi carrera profesional y es un gran orgullo que perdurará en mí toda la vida.
Ahora le toca a mi generación continuar brindándole a América Latina estas transmisiones y trabajar al pie del cañón para la CBS de Estados Unidos. Como colombiano capaz de exponer mi talento y categoría a todos los amantes del rey de los deportes, el béisbol, me llenó de orgullo, pero aún tengo que pellizcarme para comprobar; que soy yo el heredero en Colombia de Buck Canel.
Broche de Oro
Édgar Perea Arias, en Gloria de Dios esté, portentoso relator y polémico analista deportivo, fue predestinado para emocionar a los aficionados hasta el alborozo.
Como detalle especial merece recordarse, también, que Perea sin ser locutor oficial de ningún equipo de las Grandes Ligas, ni mucho menos residir en el país del norte, tuvo la fortuna de relatar para millones de oyentes del mundo beisbolero, el inning en que la novena de los Marlins de la Florida fue campeón mundial de la serie de 1997 donde el barranquillero Édgar Rentería conectó el hit que dio el título a su equipo floridano.
Édgar Perea Arias… es un legítimo Ícono de la radio caribeña.
Reconocimientos
*Armandito Torres Gutiérrez, Ingeniero y Editor Sonoro.
*Juan Guillermo Illera Guerrero y su Archivo Radiofónico y Fotográfico.
*Andrés Pumarejo, Editor Auxiliar.
*Fernando Perea Sánchez hijo del Campeón, depositario de su legado por autorizar la publicación de esta nota.
Por: Eduardo Rey Hernandez-Vega